sábado, 22 de junio de 2013

PREÁMBULOS DE LA FE III

Segundo retrato

La Historia
la desproporción entre el daño causado y la justicia imputada   

El historiador británico E. Hobsbawm, fallecido en el año 2012, calificó al siglo XX como el siglo más sanguinario de la historia. Curiosamente, el siglo XX nacía a la vida con una clara vocación de triunfo. Era el siglo proyectado, desde el escenario optimista del XIX, como el siglo de las realizaciones del hombre. El desarrollo de una floreciente burguesía, los avances significativos de la ciencia, los distintos universos ideológicos que creían poder controlar y programar el futuro… hacían prever grandes logros en el nuevo tiempo que se alumbraba.

Sin embargo, este optimismo inicial cesó, relativamente pronto, con el estallido de la primera y de la segunda guerra mundial durante la primera mitad del siglo.

 De hecho, muchas de esas ideologías que nos ofrecían un paraíso aquí en la tierra se fueron transmutando, poco a poco, en pensamientos totalitarios.

Indudablemente, un acontecimiento de tales dimensiones no va a ser neutro para el desarrollo posterior de la conciencia europea, dejando una profunda huella en su evolución.
“¿cómo Yahvé ha permitido esta masacre?”. Reaparece aquí, de modo agónico, la pregunta que plantea el libro de Job: “¿por qué ha de sufrir el justo?” El impacto de las guerras mundiales no sólo afecta al pueblo judío, sino que tiene un contagio, bastante inevitable, en gran parte de los pensadores de mitad del siglo XX.


¿POR QUÉ HA DE SUFRIR EL JUSTO?
Se plantea así la pregunta acerca de la justicia de Dios y, por tanto, del sentido de la historia: ¿puede ser esta historia un sucederse de acontecimientos donde la justicia de Dios está finalmente ausente?, ¿acabará triunfando el verdugo por encima de la víctima? Si esto es así, ¿qué sentido tiene guardar la Ley de Dios y andar por sus caminos?



“¿quién hará justicia a los muertos; especialmente a las víctimas de nuestro mundo?”. Incluso suponiendo que se alcanzara el paraíso en la tierra, lo cual es mucho suponer, aún quedaría en alto la pregunta sobre aquellos que, habiendo ofrecido su vida para alcanzar tales utopías, jamás disfrutarán de ellas. A estos mártires de paraísos perdidos, ¿quién les hará justicia?



M. Horkheimer, hablará de la nostalgia que vive en el hombre de “una justicia plenamente cumplida”. Existe en el hombre la necesidad y la exigencia interna de que la historia sea justa y de que el verdugo no triunfe por encima de su víctima. Pero, al mismo tiempo, el hombre se encuentra incapaz de ofrecer esa justicia que equilibre la balanza entre el daño cometido y la reparación exigida. Por esta razón, el hombre se encuentra habitado por una contradicción interna: la necesidad de una justicia que, desde sus solas fuerzas, no está en condiciones de realizar. Se trata de la desproporción entre el anhelo de justicia plena y la precariedad de aquellas realizaciones de justicia que, desde nuestra finitud, los hombres somos capaces de generar. De hecho, este afán de justicia lograda va dejando paso a otra aspiración que, de modo tímido, apunta a Dios.

La multitud crucificada

La justicia humana no puede devolver un hijo asesinado a su madre; a lo sumo, puede meter al culpable en la cárcel. Pero el corazón humano se muestra disconforme y aspira a más. Por ello, un totalmente Otro podría convertirse en el garante de que esta historia que vivimos no sea absurda y posea un sentido. Es más; el totalmente Otro estará revestido de un carácter mesiánico, como portador de redención, porque la esperanza de que la balanza de la historia se equilibre es, en el fondo, esperanza de redención.

 Nunca existe una reconciliación total y, ante la desesperación, la misma filosofía se abre a la idea religiosa de un portador de redención

La contemplación de una historia plagada de sufrimiento puede tornarse en una verdadera provocación para creer. La provocación de un Dios justo que cuadre el saldo del “debe” y el “haber” de nuestra historia de crímenes. Ahora bien, este Dios no puede, ni debe, ofrecer su justicia castigando





No hay comentarios:

Publicar un comentario