lunes, 1 de julio de 2013

LA PARADOJA DE LA FE I

Adolphe Gesché
Ed. Sígueme 2013

En un contexto en el que la religión se ve encerrada en los límites de la razón natural y relegada a la esfera de lo privado, Gesché comprende la pertinencia de afirmar públicamente los derechos de la fe y de proponer un "exceso" para pensar al hombre allí donde se ha declarado "la muerte de Dios" y comienza a escucharse la "muerte del hombre" La fe, haciendo oír su voz en la ciudad de los hombres, su lugar propio, propone a Dios para pensar al hombre.


EL LUGAR DE LA FE

LA FE ESCUCHA AL MUNDO
El Evangelio es, como indica la misma palabra y todos sabemos, una “buena noticia”. Y lo propio de una noticia, de un anuncio, es que resuene, que se escuche. Una noticia es algo “para ser oído”. Necesita, por tanto, un lugar o lugares donde pueda re-sonar. Por eso aquí vamos a hablar no tanto del contenido de la fe sino del lugar y de las condiciones en las que junto a otras instancias del ser humano, esa buena noticia tiene el derecho y la suerte, el deber y la autorización para hacerse reconocer, para hacerse escuchar sin complejos.

“La fe escucha al mundo”, se ha dicho de forma muy acertada. Pero ¿no es hora ya de que también “el mundo pueda escuchar a la fe”, de que el mundo pueda esperar algo de parte de la fe?


A este respecto hoy se está pasando una página, y es importante tomar conciencia de ello. Hace algunos años en los países anglosajones se habló mucho a propósito de la fe en términos de alternativa: identidad o implicación. O bien la fe afirma su identidad, subraya su “diferencia”, anuncia su alteridad y no puede entonces aceptar ninguna acomodación con el mundo, debe salvaguardar su especificidad y anunciarse en cuanto tal, en su “desnudez” O bien para ser escuchada, la fe debe despojarse de todo esoterismo, recorrer los caminos y avenidas de este mundo, de este siglo, descubrir las coincidencias que le permitan hacerse escuchar  y entender por los otros, como una voz humana semejante a las otras, y encontrar en las aspiraciones del hombre de hoy un aliado que le permita ser acogida.
La fe cristiana, por el hecho mismo de su especificidad es digna de ser oída. Tiene que hablar su propio lenguaje, nada ganaría con disolverse. 

LA FE ES BUENA NOTICIA
Debe “mantener su palabra” al pie de la letra, es decir, pronunciarse, anunciarse tal como es, sea cual sea la suerte que pueda correr. Aunque sea la de ser rechazada. Pero también y este es un límite negativo, corre el peligro de no ser entendida. Hemos de decir que la fe, por ser una voz de hombre, una voz para el hombre debe expresarse en la cultura de su tiempo: debe aceptar, bajo pena de muerte, las leyes de la aculturación que nos resultan indispensables para poder ser recibida; tiene que mostrar su “relevancia” y probar que es pertinente.

 Si es verdad que lo propio de la noticia, especialmente de una buena noticia, es que resuene, que sea escuchada en su lugar yo diría que este lugar es doble.
Por una parte, este lugar tiene que ser y debe ser el lugar “profano”, cultural “extranjero”. Pero puede y tiene que ser también un lugar propio, específico. O dicho de otra manera, la fe debe resonar en su lugar, pero dándose cuanta de que ese lugar es a la vez el lugar de los otros; y la fe debe resonar en el lugar de los otros, pero con la conciencia de que ese lugar es asimismo el suyo propio.



Por otro lado, la fe se pone a la defensiva, como en “estado de sitio”. Rechazando la modernidad y sus justos derechos, se refugia en una fe de oposición, en una senda de repliegue individual. Da lugar a eso que se ha llamado la religión liberal o en ocasiones  la religión de sacristía. 

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