viernes, 4 de julio de 2014

LEYENDO A SANTA TERESA

JESÚS AMIGO

                                                                                                
                                                       CAMINO DE PERFECCIÓN

8. Diréis, hermanas, que cómo se podrá hacer esto, que si le vierais con los ojos del cuerpo en el tiempo que Su Majestad andaba en el mundo, que lo hicierais de buena gana y le mirarais siempre. No lo creáis, que quien ahora no se quiere hacer un poquito de fuerza a recoger siquiera la vista para mirar dentro de sí a este Señor (que lo puede hacer sin peligro, sino con tantito cuidado), muy menos se pusiera al pie de la cruz con la Magdalena, que veía la muerte a ojo.
 Mas ¡qué debía pasar la gloriosa Virgen y esta bendita Santa! ¡Qué de amenazas,qué de malas palabras y qué de encontrones, y qué descomedidas! Pues ¡con qué gente lohabían tan cortesana! Sí, lo era del infierno, que eran ministros del demonio. Por cierto que debía ser terrible cosa lo que pasaron; sino que, con otro dolor mayor, no sentirían el suyo. Así que, hermanas, no creáis erais para tan grandes trabajos, si no sois para cosas tan pocas. Ejercitándoos en ellas, podéis venir otras mayores. 


9. Lo que podéis hacer para ayuda de esto, procurad traer una imagen o retrato de este Señor que sea a vuestro gusto; no para traerle en el seno y nunca le mirar, sino para hablar muchas veces con El, que El os dará qué le decir. Como habláis con otras personas, ¿por qué os han más de faltar palabras para hablar con Dios? No lo creáis; al menos yo no os creeré, si lo usáis; porque si no, el no tratar con una persona causa extrañeza y no saber cómo nos hablar con ella, que parece no la conocemos, y aun aunque sea deudo, porque deudo y amistad se pierde con la falta de comunicación.

10. También es gran remedio tomar un libro de romance bueno, aun para recoger el pensamiento, para venir a rezar bien vocalmente, y poquito a poquito ir acostumbrando el alma con halagos y artificio para no la amedrentar. Haced cuenta que ha muchos años que se ha ido de con su esposo, y que hasta que quiera tornar a su casa es menester mucho saberlo negociar, que así somos los pecadores: tenemos tan acostumbrada nuestra alma y pensamiento a andar a su placer, o pesar, por mejor decir, que la triste alma no se entiende, que para que torne a tomar amor a estar en su casa es menester mucho artificio, y si no es así y poco a poco, nunca haremos nada. Y tórnoos a certificar que si con cuidado os acostumbráis a lo que he dicho, que sacaréis tan gran ganancia que, aunque yo os la quisiera decir, no sabré. Pues juntaos cabe este buen Maestro, muy determinadas a deprender lo que os enseña, y Su Majestad hará que no dejéis de salir buenas discípulas, ni os dejará si no le dejáis. Mirad las palabras que dice aquella boca divina, que en la primera entenderéis luego el amor que os tiene, que no es pequeño bien y regalo del discípulo ver que su maestro le ama”

Así, Teresa conduce por el camino de la oración como camino de amistad. Hablar con Él como se habla con un amigo. Fijar los ojos en Él, mirarle. Sólo eso. Él nos dará que decir.
Y estar con Él, escuchar de Él su propia oración, para aprender a pedir con humildad el pan de cada día. Para aprender lo que puede significar decir a Dios Padre, Padre-nuestro, para aprender el amor y el perdón, aprender a ser constructores de paz entre nuestros hermanos.

Es un camino a nuestro alcance, lo podemos recorrer sin necesidad de otras palabras, otros libros, otros maestros.
Es un camino que nada ni nadie nos puede impedir. Estando a solas y en silencio o en medio de las ocupaciones cotidianas, podemos levantar los ojos del alma a mirarle. En todo momento, en toda circunstancia.

Teresa ha escrito el camino de oración que ella ha descubierto y siguiéndolo ha encontrado un tesoro, ha encontrado la fuente de agua viva que se encuentra al final del camino. Como ella también podemos emprender ese camino desde el principio “hasta engolfar Dios el alma”… hasta llegar a Dios y perdernos en Él y “no querer ya más mensajero, que no saben decirme lo que quiero”, como cantaba Juan de la Cruz.

Así concluye las páginas de  CAMINO DE PERFECCIÓN, su camino de oración:

“Ahora mirad, como el Señor me ha quitado de trabajo enseñando a vosotras y a mí el camino que comencé a deciros, dándome a entender lo mucho que pedimos cuando decimos esta oración evangelical. Sea bendito por siempre, que es cierto que jamás vino a mi pensamiento que había tan grandes secretos en ella, que ya habéis visto encierra en sí todo el camino espiritual, desde el principio hasta engolfar Dios el alma y darla abundosamente a beber de la fuente de agua viva que dije estaba al final del camino”. CV 42,5

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