viernes, 4 de julio de 2014

JESÚS COMPAÑERO

                                                         CUENTAS DE CONCIENCIA

Miraros ha Él

La vida que se unifica desde dentro
La amistad ha dado un vuelco. Jesús se ha hecho presente, ha irrumpido en su vida, no sólo como Amigo, sino como Compañero inseparable de una vida infinita. Su rostro, sus palabras, su persona, son la referencia, la certeza interior que ya no le abandonará.

En las CUENTAS DE CONCIENCIA, Teresa deja su alma por los caminos. Son los jirones necesarios para el contraste, la confidencia, la confesión de una vida que se le desborda, que ya no le pertenece:

Ni me parece vivo yo, ni hablo, ni tengo querer, sino que está en mí quien me gobierna y da fuerza.

Lo que cambia todo, lo que realmente hace que la vida sea distinta es la experiencia de sentirse amada. Teresa vive a Jesús como Señor que trae consigo la libertad; como Amor ante cuya fuerza se borran los demás reclamos. Ante la constatación de su presencia, la vida se unifica y brota desde dentro.

El encuentro con Jesús es definitivamente una experiencia pascual, un encuentro con Cristo vivo, que Teresa vive especialmente en el momento de la comunión, momento privilegiado para ella de comunicación y diálogo. Se podría decir que “la historia de sus comuniones es la historia de su vida”, según vive la comunicación de esa presencia que le habita.

Este camino, para ella cierto y seguro, de La Humanidad de Cristo, le lleva a la vivencia de Dios, Trinidad de Personas, en una comunicación que amplia su diálogo
.
Teresa descubre su interior como un espacio en el que lo divino y lo humano se encuentran. Todo cabe, todas las personas, todos los acontecimientos pueden estar presentes en ese diálogo ya nunca interrumpido.

 Es adonde le lleva el que ella ya puede llamar EL SEÑOR, “Su Majestad”.

La  presencia de Dios se ha grabado a fuego en su alma. Ni los propios temores, ni las dudas de sus asesores, ni la costumbre o la teología de su tiempo pueden hacer opaca una realidad que Teresa vive en gratuidad, como un don que se recibe y que no se puede acaparar ni ocultar.


Hállole amigo verdadero, y hállome con esto con un señorío…

…” No tornando atrás de las mercedes que Dios me ha hecho, me parece he recibido de nuevo, a lo que entiendo, mucha mayor libertad. Hasta ahora parecíame había menester a otros y tenía más confianza en ayudas del mundo; ahora entiendo claro ser todos unos palillos de romero seco, y que asiéndose a ellos no hay seguridad, que en habiendo algún peso de contradicciones o murmuraciones se quiebran. Y así tengo experiencia que el  verdadero remedio para no caer es asirnos a la cruz y confiar en el que en ella se puso. Hállole amigo verdadero, y hállome con esto con un señorío que me parece podría resistir a todo el mundo que fuese contra mí, con no me faltar Dios

Viénenme días que me acuerdo infinitas veces de lo que dice san Pablo, aunque a buen seguro que no sea así en mí, que ni me parece vivo yo, ni hablo, ni tengo querer, sino que está en mí quien me gobierna y da fuerza, y ando como casi fuera de mí, y así me es grandísima pena la vida. Y la mayor cosa que yo ofrezco a Dios por tan gran servicio, es cómo siéndome tan penoso estar apartada de Él, por su amor quiero vivir.” (Ávila, Marzo 1563)

Se sentó cabe mí

“Después de comulgar, me parece clarísimamente se sentó cabe mí nuestro Señor y comenzóme a consolar con grandes regalos, y díjome entre otras cosas: ‘Vesme aquí, hija, que yo soy; muestra tus manos’. Y parecíame me las tomaba y llegaba a su costado, y dijo: ‘Mira mis llagas. No estás sin Mí. Pasa la brevedad de la vida’. En algunas cosas que me dijo, entendí que después que subió a los cielos, nunca bajó a la tierra –sino es en el Santísimo Sacramento- a comunicarse con nadie. Díjome que en resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad, que la pena la tenía tan absorta y traspasada, que aún no tornaba luego en sí para gozar de aquel gozo […]; y que había estado mucho con ella; porque había sido menester hasta consolarla” (Salamanca, 15-16 de abril de 1571)

Así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad

“Esta presencia de las tres Personas que dije al principio, he traído hasta hoy -que es día de la Conmemoración de San Pablo- presentes en mi alma muy ordinario, y como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo siempre, parece me hacía algún impedimento ver tres Personas, aunque entiendo es un solo Dios, y díjome hoy el Señor, pensando yo en esto: que erraba en imaginar las cosas del alma con la representación que las del cuerpo, que entendiese que eran muy diferentes y que era capaz el alma para gozar mucho.
Pareciome se me representó como cuando en una esponja se incorpora y se embebe el agua; así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí y tenía las Tres Personas. También entendí: No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí’.
Parecíame que dentro de mi alma, que estaban y veía yo estas tres Personas, se comunicaban a todo lo criado, no haciendo falta ni faltando de estar conmigo”
(Medina del Campo, 30 de junio 1571)

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