sábado, 26 de marzo de 2016

RESURRECCIÓN. EN ESTA TARDE DE SILENCIO Y ESPERA

El Resucitado come para detener la muerte.
Homilía de Serafín Béjar de su libro "Y la palabra se hizo diálogo" de pronta aparición.
Lucas 24, 35-48

Seguimos dándole vueltas a la Resurrección del Señor, y nos ayuda a ello la lectura del evangelio que vamos leyendo cada domingo. Todos los relatos de las apariciones tienen un elemento en común, una especie de sucesión de verbos, de acciones: “El Señor Resucitado se les aparece”, “El Señor Resucitado les habla” y “El Señor Resucitado come con ellos”. La sucesión de acciones son: “aparecer”, “hablar”, “comer”.


Y el evangelio de hoy pone especial énfasis en el tercer verbo, en el comer. Es un tanto desconcertante porque Cristo, que se aparece con su cuerpo glorioso, ese Cristo que ha vencido a la muerte y ya no va a morir más, porque la muerte no tiene poder sobre Él, ¡no necesita comer! ¿Por qué tanto énfasis en decirnos que el Resucitado no sólo se aparece, no sólo habla, sino que incluso come con ellos? Podemos imaginar que esto tiene un valor simbólico, una especie de metáfora bien pensada.


¿Qué dimensión simbólica expresa el hecho de comer? Mirad, en primer lugar, comer es necesario para detener la muerte. Cuando comemos, significa que estamos vivos. Cuando comemos, prolongamos la vida. Por lo tanto, comer significa que la muerte queda parada, detenida. Siempre, en las casas, cuando alguien se pone malo, lo primero que se pierde es el apetito. Eso es como una señal de alarma. Cuando uno no tiene ganas de comer es como si la muerte estuviera más cerca. Todos lo decimos, cuando un familiar se encuentra en estado crítico: “ya ni siquiera tiene ganas de comer”. Y, al mismo tiempo, sabemos que tener apetito y tener hambre es señal de salud, señal de que hay vida en nosotros. Así, ese Resucitado, que come, es una forma simbólica de expresar que la muerte se detiene, que la muerte se para.
En segundo lugar, hay un detalle que no viene en la traducción al castellano, pero si vamos al texto original, que está en griego, se nos dice exactamente que “Jesús estaba comiendo con ellos sal”. Comiendo con ellos sal, ¿por qué la sal? Porque la sal sirve para que los alimentos no se corrompan. En el antiguo testamento, cuando se quería hacer un pacto entre distintas partes, que perdurara en el tiempo, se hacía algo simbólico. Todos los tratantes de ese pacto tomaban juntos sal, porque en la antigüedad la sal era la única sustancia que se tenía para conservar los alimentos. Una carne que se enterraba en sal se mantenía, no se corrompía. Por lo tanto, la sal sellaba los pactos, las alianzas. Era una forma de poner de manifiesto que ese pacto tenía la intención de perdurar en el tiempo. Incluso, cuando esos hombres, esas mujeres antiguas llevaban una ofrenda al templo, rociaban la ofrenda con sal, por lo que estoy diciendo, es decir, para señalar esa incorrupción. La sal desafía al tiempo porque hace que los alimentos no perezcan. El Resucitado, que come con sus discípulos sal, está expresando que quiere hacer partícipes a sus discípulos de una vida que ya no se termina, que ya no se acaba, una vida que está sellada por la incorrupción. De esa incorrupción, hace partícipes a sus discípulos.
Y en tercer lugar, el Resucitado come porque quiere conectar su nuevo modo de ser con su vida histórica. ¿Qué fue lo último que hizo Jesús antes de ser apresado y de ser crucificado? Compartir con sus discípulos, la noche de la entrega, una comida. Por lo tanto, en estos relatos de pascua, cuando el Resucitado come, cuando el Resucitado parte el pan, se nos está haciendo una memoria de lo que significa la Eucaristía. Es como si se nos dijera que la Eucaristía es el ámbito privilegiado donde todavía hoy podemos hacer la experiencia de encontrarnos con Él vivo, de encontrarnos con Él, Resucitado. Por este motivo, Jesús parte el pan; por eso, asa pescado para sus discípulos; por ello, come sal delante de ellos. La comida expresa esa Alianza nueva y eterna que se puso en acto en la última cena.
Con todo esto, ¿qué consecuencias podemos sacar para nuestra vida? ¿cuál es el mensaje profundo del evangelio? Frente a todas las cosas de este mundo que pasan, frente a todas las cosas de este mundo que son caducas, frente a las cosas de este mundo que, la mayoría de las veces, son de usar y tirar, el corazón humano sigue viviendo en el anhelo de lo que nunca pase, de lo que permanezca para siempre, de aquello que jamás termine. En definitiva, tu corazón y el mío tienen anhelo de eternidad. Lo que el evangelio nos dice es que Jesucristo, ese Jesucristo Resucitado, es el único que sacia nuestra sed de eternidad. Es como si el evangelio de pascua nos dijera: “¡ten cuidado de aquellas cosas o de aquellos lugares en los cuales buscas eternidad, porque nada bajo el sol de este mundo ofrece esa eternidad, sino el encuentro con el Señor Resucitado!”.

Pues, ¡vamos a creerlo con fuerza! ¡vamos a experimentarlo de verdad! ¡Que la eucaristía sea ese lugar, para nosotros, donde la eternidad entra en el tiempo

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