jueves, 13 de abril de 2017

JUEVES SANTO CON MUCHOS/AS

Madrid, 13 de abril de 2017
¡Sed Audaces! ¡No temáis!
¡El Espíritu del Señor es de fortaleza y amor!
JUEVES SANTO

Puede parecernos que el mensaje del Jueves Santo es siempre el mismo, y hay algo
de verdad. Lo que cambia es el hecho de que en nuestras vidas ha pasado un año,
con sus luces y sus sombras, así como para la realidad mundial, para nuestras
sociedades, nuestras comunidades, nuestras familias. Y nuestra lectura de la
realidad nos hace sentirnos más atentos y vigilantes al mensaje de un amor hasta
el extremo.
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La audacia de un amor vivido hasta el extremo
Una vez más la celebración del Jueves Santo nos recuerda la novedad que experimentaron los primeros discípulos de Jesús en los días que precedieron a la fiesta de la Pascua.
La experiencia de los últimos días de la vida de Jesús les hizo entender que lo más importante de todo lo que habían podido descubrir, conocer, aprender, no era del orden del conocimiento, sino de la relación. Una relación que les hizo sentirse únicos, es decir, conocidos, llamados, invitados, amados, perdonados, liberados por Aquel que habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo. Es la audacia de un amor vivido hasta el extremo.
La noche del Jueves Santo nos recuerda que nuestra tarea, nuestro quehacer cotidiano es servicio, un servicio que se expresa en las cosas más sencillas de la vida, porque todo se puede hacer por amor. Cuando amamos “en obras y en verdad” todo se vive desde el amor. El hecho de amar es mucho más importante que lo que podamos hacer o dejar de hacer. Todo puede estar marcado por la ternura, la compasión, la misericordia y el perdón. Es un camino de sencillez y de humildad. No buscamos el reconocimiento, sino el servicio y el hacerlo por amor. Ese es el mensaje que Jesús nos deja en la noche del Jueves Santo.


Pedro no acaba de entender, quizá está todavía muy apegado a la lógica de la fuerza y del poder. No entiende el gesto de Jesús y le reclama que le lave no solo los pies, sino también las manos y la cabeza. No entiende que Jesús le habla de una renovación completa de la manera de entender la lógica del amor.
El amor verdadero, el que nos enseña Jesús, es inseparable del descentramiento de nosotros mismos, para poner la mirada en aquellos a los que la misión nos envía, el amor verdadero se expresa en signos sencillos y humildes de servicio y de atención a los más desfavorecidos, gestos que humanizan y devuelven la alegría y la esperanza.
La realidad que nos rodea, la situación de los refugiados, lo emigrantes, los niños que sufren de las locuras del pecado y el egoísmo de nuestro mundo, nos dará muchas oportunidades para vivir y expresar lo que Jesús nos propone para esta preparación a la Pascua.

Porque el amor que deseamos vivir es un amor vulnerable, que se deja
impresionar por las angustias y los sufrimientos de los demás.
Puede parecernos que el mensaje del Jueves Santo es siempre el mismo, y hay algo
de verdad. Lo que cambia es el hecho de que en nuestras vidas ha pasado un año,
con sus luces y sus sombras, así como para la realidad mundial, para nuestras
sociedades, nuestras comunidades, nuestras familias. Y nuestra lectura de la
realidad nos hace sentirnos más atentos y vigilantes al mensaje de un amor hasta
el extremo.
La celebración de la Pascua, el triunfo del Resucitado siempre puede causar temor,
miedo. Por eso una de las primeras palabras del Resucitado son: “No tengáis
miedo, no temáis”
El miedo es una fuerza que viene del maligno, que puede alienarnos y convertirnos
en esclavos. Todas nuestras idolatrías, nuestras esclavitudes, nuestras pérdidas de
libertad, nacen del miedo: a veces nos sentimos esclavos del dinero, del placer, de
nuestros propios ídolos personales, tentaciones que siempre nacen del miedo. Un
miedo que puede alimentar en nosotros violencia, egoísmo, soberbia, ruptura en
las relaciones, etc.
Pero Jesús, resucitado y Señor, nos dice “No temáis, no tengáis miedo, porque yo
estoy con vosotros para siempre”. Esta es la invitación que hemos recibido este
año y que queremos invocar en nuestros grupos y comunidades: ¡Sed audaces! ¡No
temáis! ¡El Espíritu del Señor es de fortaleza y amor!
Sabemos que hemos puesto nuestra confianza en el Resucitado y solo Él puede
recrear en cada persona, en cada comunidad, en nuestra familia teresiana
apóstoles, evangelizadores, discípulos, sembradores de vida y de esperanza.
El peregrino y el caminante tienen muy claro que necesitan estar atentos a sus
propios pasos y más cuando se les presentan las encrucijadas del camino: esos
lugares que dejan al peregrino en la disyuntiva de tomar partido, de discernir,
de optar… Encrucijadas que podríamos llamar límites o fronteras, pero que
son espacios privilegiados donde Dios se manifiesta con mayor hondura,
donde nadie puede quedarse indiferente, porque es necesario situarse, elegir,
tomar partido, caminar, ir hacia adelante. Es la experiencia de la libertad.i
Desde esa libertad os invito a celebrar la Pascua, la fiesta de la plenitud de la vida
entregada y de la libertad en el Espíritu. ¡Sed audaces! ¡No temáis! ¡El Espíritu del
Señor es de fortaleza y amor!
Carta de Maite Uribe Directora de la Institución Teresiana

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