viernes, 14 de abril de 2017

SEMANA SANTA: ANTE PILATO



“Narrar nuestra historia desde el fracaso”
San Juan (18:33-37)
Tú lo dices; yo soy rey

33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?
34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú lo dices; yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

En este relato que se acaba de proclamar, en este diálogo de Pilato y Jesús, se respira una cierta atmósfera de ironía. ¿Cómo se sentiría Pilato ante aquél hombre que llevan a su presencia? Aquél hombre aparece semidesnudo y absolutamente desposeído de cualquier autoridad. Quizás, a los ojos de Pilato, aquél hombre, llevado a su presencia, aparece como un pobre lunático, un carpintero de la Galilea que, nada más y nada menos, pretendía ser rey. “Tú lo dices, yo soy rey”. Lo que le faltó a Pilato, como tantas veces le ha faltado a la Iglesia, y quizá también a nosotros, fue trascender la materialidad de las palabras, para intentar comprender el misterio que se escondía en ellas.


Las palabras decían que aquel hombre era rey. Pero, más allá de su materialidad, nos estaban diciendo que no a la manera de los reyes de este mundo. Aquel hombre era rey precisamente porque mostraba, con su presencia, y con su persona, que no hay poder más fuerte, no hay poder más imparable, que la propia debilidad. La propia debilidad ofrecida, reconocida, ofertada. Y, por esta razón, celebramos a Jesucristo como rey del universo. Celebramos a un Jesucristo que es rey de la historia. Ahora bien, decir que Jesucristo es rey de la historia es decir que Jesucristo es el Señor, en debilidad, de las víctimas de este mundo. Tenemos que dotar de un significado nuevo a estas palabras, porque la historia la escriben los triunfadores, los vencedores, los fuertes… Sin embargo, Jesús es el que hace justicia, como verdadero rey, a aquellos que no están en los libros de historia, a aquellos cuyos nombres no han pasado a la posteridad, a aquellos que son víctimas de tantos sistemas injustos que han presidido el decurso de la humanidad. Todos ellos, que viven en los márgenes, que no son reconocidos, que no tienen voz, que carecen de nombre, celebran hoy la fiesta del rey del universo, del Señor de la historia.
Es curioso, me lo planteaba cuando meditaba este texto: ¡qué trabajo nos cuesta evangelizar nuestra propia vida! Porque también nosotros, cuando contamos nuestra historia, solemos contarla desde nuestros triunfos, solemos contar las partes más vistosas de nuestra propia biografía; solemos decir a los otros, para explicarnos a
nosotros mismos, nuestros acontecimientos más luminosos. Sin embargo, todos sabemos, en lo profundo de nuestro corazón, que nuestra propia biografía está hecha de jirones de dolor. Nuestra vida está transida de heridas, de sufrimiento, de menesterosidad… Y eso lo ocultamos, intentando mostrar a los otros una especie de escaparate de nuestra propia vida, un escaparate vistoso del que los demás digan: “éste es un triunfador”.
Jesucristo hoy, con esta fiesta, se enseñorea de nuestras debilidades, se enseñorea de nuestras miserias y, por eso, precisamente, es rey del universo. Por este motivo, atrévete a narrar tu propia historia sin ocultaciones, ni maquillajes, ni luces de neón. Si la salvación entró en el mundo por los caminos de la debilidad, produciendo la risa sorda de los poderosos, no le tengas miedo a lo que hay en ti de pobreza.

¡Pidámosle al Señor, en esta fiesta, que nunca olvidemos que la salvación viene a través del madero de la cruz; que solamente hay fuerza, cuando se reconoce la debilidad; que solamente subimos en la escala de valor, cuando somos capaces de bajar hasta los infiernos de nuestro mundo!

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