domingo, 16 de abril de 2017

"YO SOY EL MISMO AMOR QUE DIOS PADRE TIENE POR LA HUMANIDAD..."

“El mensaje era su propia Persona”

San Mateo (28:1-10) 28 Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María la Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. 2 Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. 4 Y de miedo de él los guardias temblaron y se quedaron como muertos. 5 Mas el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: Dejad de temer vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. 6 No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde yacía el Señor. 7 E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí que va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí que os lo he dicho. 8 Entonces ellas, saliendo a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, 9 he aquí que Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, se asieron a sus pies, y le adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo: No temáis ya; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.

 Estamos celebrando esta Vigilia Pascual, que es la celebración más importante del año. De esta Noche Santa brota todo, como de una fuente; y hacia esta Noche Santa corre el transcurso de todo el año cristiano, de todo el año litúrgico. Podemos recordar esas palabras de san Pablo, que dicen: “si Cristo no ha resucitado somos los más desgraciados de los hombres”. Fijaos, Jesús había unido de tal manera su mensaje a su Persona, que es impensable que su mensaje hubiera continuado adelante si Él hubiera permanecido en el sepulcro. Jesús no fue un filósofo que tenía una doctrina que entregar a los hombres y cuya doctrina podía continuar, aun cuando Él hubiera muerto. No estamos ante una filosofía. Estamos ante una persona que nos dijo que su mensaje era Él mismo. Jesús con sus palabras, con sus encuentros, con sus curaciones… nos estaba diciendo, una y mil veces: “Yo soy el mismo Amor que Dios Padre tiene para toda la humanidad”.



El amor no es para nosotros una energía, el amor no es para nosotros una fuerza, el amor no es para nosotros - como dice el papa Francisco - un spray. El amor es Él, su Persona. Por lo tanto, como el mensaje que Él nos traía consistía en su propia persona, si Él hubiera permanecido tragado por la muerte, nadie hubiera dado la cara por Él. Habría sido imposible anunciar lo que la muerte había destruido. No era posible anunciar cómo, al final, la muerte había vencido al mismo amor, el Amor con mayúscula. Entendemos ahora que la Resurrección sea el comienzo de todo. Sin esta eclosión, sin esta explosión de gracia, que levantó a Jesucristo de entre los muertos, los discípulos hubieran permanecido asustados, escondidos, y las mujeres hubieran seguido
buscado entre los muertos al que yace allí para siempre. La gran noticia, en la Noche de Pascua, es: “el amor vence a la muerte”. Muchas veces, me gusta deciros, que lo contrario del amor no es el odio, lo contrario del amor es el miedo. Aquellas personas que no han tenido la suerte de sentirse amadas profundamente a lo largo de su vida, son personas que se enfrentan a la existencia con complejos, con inseguridades, con miedos. Lo contrario al amor no es el odio, lo contrario al amor es el miedo. Y, si el amor hubiera quedado tragado por la muerte, seríamos desgraciados porque no podríamos quitarnos el miedo de encima. Por eso, el anuncio fundamental de esta noche, tal como hemos escuchado en el evangelio, es precisamente éste: “No tengas miedo”. No tengas miedo porque el amor es más fuerte que la muerte. No tengas miedo porque, si el amor es más fuerte que la muerte, hay suelo bajo tus pies. No tengas miedo porque, si el amor es más fuerte que la muerte, todo lo que tú amas imperfectamente, bajo el sol de este mundo, no se va a perder, no se va a desintegrar en la nada, no se va a eliminar, no se va a marchitar. Ese Amor con mayúscula, que es el propio Cristo, es el garante de que todo lo que hemos amado humildemente a lo largo de nuestra vida, nos será devuelto engrandecido, ensanchado, agraciado. La muerte ha sido herida, herida de muerte y, por ello mismo, la vida se interpone, por encima de todos los fracasos y de todas las preocupaciones. Esta noche es una noche tremendamente simbólica. Quiere hacernos percibir, por los sentidos, lo que a lo mejor nuestra razón no es capaz de alcanzar. Precisamente esto que os estoy diciendo, ¡se acabó el miedo!, es la razón de que esta noche se inicie con el juego de la luz en medio de la tiniebla. Fijaos, qué valor simbólico tiene la oscuridad para representar nuestros miedos. Todos los que nos encontramos aquí, cuando éramos pequeños, sentíamos pavor y miedo a la oscuridad. Pues bien, el comienzo de esta celebración nos estaba gritando que, cuando aparece la luz en la noche, esa oscuridad se disipa. Ahora, a continuación, pasaremos a la liturgia del agua. El agua está simbolizando la vida. Es otra forma de percibir, por medio de los sentidos, que cuando la vida irrumpe con su fuerza, la muerte no puede contenerla, la muerte no puede detenerla. Por lo tanto, la nota fundamental de esta noche es la “santa alegría” que nos permite descargar nuestros miedos e intentar salir a la realidad con un talante nuevo y una apertura nueva; con una confianza en que todo lo que nos envuelve, a pesar de todos los pesares, es bondadoso, es bueno, porta gracia, está transido de misericordia, está lleno de bondad. Vamos a dejar que los símbolos de esta noche nos toquen y, al mismo tiempo, vamos a colocar todos nuestros miedos en el altar, para que la gracia del Resucitado nos haga descubrir cómo la vida siempre se impone a nuestros miedos.
TODAS ESTAS MEDITACIONES DE SEMANA SANTA SON DEL LIBRO "Y LA PALABRA SE HIZO DIÁLOGO" DE SERAFÍN BÉJAR

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