Escrito por Fray Marcos
Podéis leer el artículo entero a continuación
“Las realidades espirituales, por ser
atemporales, pertenecen al hoy como al ayer, son tan nuestras como de Pedro o
Juan. No han sucedido en el pasado, sino que están sucediendo en este
instante”.
MUERTO JESÚS, ESTÁ
FUERA DE TIEMPO Y ESPACIO
Mt 28, 16-20
Si hemos vislumbrado
en alguna medida lo que nos decía Jn los dos domingos pasados, se nos hará muy
cuesta arriba entender la fiesta de hoy y la de los tres domingos siguientes.
La subida de Jesús al cielo, la venida del Espíritu, la Trinidad, la Eucaristía
están presentadas por los textos litúrgicos como realidades externas que se
dieron en otro tiempo. Entendiendo mal los textos, desenfocamos el verdadero
sentido.
No podemos seguir
utilizando un lenguaje que responde a una visión mítica de la realidad. Cuando
se creía que Dios estaba en lo más alto, que el hombre estaba en el medio y que
el demonio estaba en lo más bajo, el lenguaje utilizado se entendía
perfectamente. De Jesús se dice expresamente: Bajó del cielo, se hizo hombre,
descendió a los infiernos y volvió a subir. Nuestra manera de entender la
realidad ha cambiado. Hoy no nos dice nada un cielo o un infierno como lugares
de referencia.
Debemos entender la
ascensión como parte del misterio pascual que es una única realidad. Ni la
resurrección, ni la ascensión, ni el sentarse a la derecha del Padre, ni la
glorificación, ni la venida del Espíritu, son hechos separados. Se trata de una
realidad única que está sucediendo en este mismo instante, porque está fuera
del tiempo y del espacio. Decir de Jesús después de muerto: a los tres días, a
los ocho días, a los cuarenta días, a los cincuenta días, no tiene sentido
ninguno. Hablar de Galilea o de Jerusalén, o decir que está sentado a la
derecha de Dios, es absurdo literalmente.
Esto no quiere decir
que sea una realidad inventada. Todo lo contrario, esa es la ÚNICA REALIDAD. Es
lo que está sujeto al tiempo y al espacio la que no tiene consistencia. Esa
realidad intangible ha tenido una repercusión real en la vida de los
cristianos, y eso sí se puede descubrir a través de los sentidos. Esa realidad
no temporal, es la que hay que descubrir para que tenga también en nosotros la
misma eficacia transformadora. Si seguimos creyendo que es un acontecimiento
que sucedió hace veinte siglos en un lugar y un tiempo determinado, ¿Qué puede
significar para nosotros hoy?
Las realidades
espirituales, por ser atemporales, pertenecen al hoy como al ayer, son tan
nuestras como de Pedro o Juan. No han sucedido en el pasado, sino que están
sucediendo en este instante. Son realidades que están afectando a nuestra
propia vida. Puedo vivirlas yo como las vivieron los apóstoles. Es más, el
único objetivo del mensaje evangélico, es que todos lleguemos a vivirlas como
las vivieron ellos.
La ascensión empezó
en el pesebre y terminó en la cruz: Todo está cumplido. Ahí terminó la
trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer como criatura.
Después de ese paso no existe el tiempo, por lo tanto, no puede suceder nada en
él. Es todo como un chispazo que dura toda la eternidad. Él había llegado a la
plenitud total en Dios. Por haberse despegado de todo lo que en él era
transitorio y terreno, solo permaneció de él lo que había de Dios, y con Él se
identificó absolutamente.
¿De verdad queremos
ser cristianos? ¿Tenemos la intención de recorrer la misma senda, de alcanzar
la misma plenitud, la misma meta? ¿Estamos dispuestos a dejarnos aniquilar en
esa empresa, a aceptar que no quedará nada de lo que creo ser? Es duro, pero no
puede haber otro camino. Si renuncio al don total de mí mismo, renuncio a
alcanzar la meta. Como en Jesús, ese don total solo será posible cuando
descubra que Dios Espíritu se me ha dado totalmente, y está en mí para llevar a
cabo esa obra de amor.
Tal vez nos
conformemos con quedarnos pasmados mirando al cielo y esperando que él vuelva.
Esa es la mejor manera de hacer polvo todo el quehacer de Jesús en esta tierra.
La idea de que Dios o Jesús o el Espíritu pueden hacer, en un momento
determinado, algo por mí, ha desvirtuado la religiosidad cristiana. Dios, Jesús
y el Espíritu lo están haciendo todo por mí en todo instante. Yo soy el que
tengo que hacer algo en un momento determinado para descubrir esa realidad y
hacerla mía viviéndola.
El relato de Mt que
acabamos de leer, es un prodigio de síntesis teológica. No hay en él ninguna
alusión a la subida al cielo, ni a dejar de verlo. Consta simplemente, de una
localización dada, una proclamación de poder y tres ideas básicas. Situar la
escena en un monte, es una indicación suficiente de que lo que le interesa no
es el lugar, sino el simbolismo. El monte significa el ámbito de lo divino,
donde está Dios y donde quiere situar también a Jesús. Que lo sitúe en Galilea,
tiene un significado muy importante. Judea había rechazado a Jesús y no era ya
el lugar donde encontrarse con Dios.
Jesús no pudo decir
que se le ha dado todo poder, porque después del bautismo rechazó el poder como
una tentación. Este doble lenguaje nos ha despistado. No hay un poder bueno y
otro malo. Todos son perversos. Se trata de expresar que ha alcanzado la
plenitud absoluta por haberse identificado con Dios en el don total de sí
mismo. Debemos tener en cuenta que la primera interpretación del misterio
pascual, está formulada en términos de glorificación; antes incluso de hablar
de resurrección.
El envío a predicar.
También tiene un carácter absoluto “todos los pueblos”. El tema de la misión es
crucial en todos los relatos pascuales. La primera comunidad intenta justificar
lo que era ya práctica generalizada de los cristianos. El predicar el “Reino de
Dios” no es un capricho de unos iluminados sino mandato expreso de Jesús. Todo
cristiano tiene, como primera obligación, llevar a los demás el mensaje de su
Maestro.
Es muy importante la
particularidad de la enseñanza. No se trata de enseñar doctrinas ni ritos ni
normas morales sino de instar a una manera de proceder. Esto está muy de
acuerdo con la insistencia de los evangelios en las obras como manifestación de
la presencia de Dios en Jesús, y como consecuencia de la adhesión a Jesús. Si
tenemos en cuenta que el núcleo del evangelio es el amor, comprenderemos que en
la práctica, el amor es lo primero que tiene que manifestarse en un cristiano.
Yo estaré con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo. Fue el tema del evangelio de los
dos domingos pasados. Ya habían dejado claro que todo lo que hizo Jesús era
obra del Padre o que era el Espíritu el que actuaba en él. Ahora sigue siendo
Dios en sus tres dimensiones el que va a continuar la obra de salvación a
través de sus seguidores. Recordar que Jesús habla de enviar al Espíritu, de
quedarse él con nosotros, de que el Padre vendrá a cada uno. Esta manera de
hablar puede hundirnos. Los tres “vendrán” a mi conciencia cuando me dé cuenta
de que están ahí ya.
Meditación-contemplación
Celebramos la
Ascensión, pero estará con nosotros siempre.
En esta contradicción (coan) está el secreto.
Ni se va ni se queda. Para Jesús resucitado no hay lugar ni tiempo.
En Dios, estoy fuera del tiempo y del espacio.
En esta contradicción (coan) está el secreto.
Ni se va ni se queda. Para Jesús resucitado no hay lugar ni tiempo.
En Dios, estoy fuera del tiempo y del espacio.
No puede haber Vida si
no trascendemos el tiempo y el espacio.
Nuestra Vida “divina” es la misma ahora y siempre.
Contemplar, es salir del tiempo y del espacio.
Es identificarse con Dios que es eternidad.
Nuestra Vida “divina” es la misma ahora y siempre.
Contemplar, es salir del tiempo y del espacio.
Es identificarse con Dios que es eternidad.
Fray Marcos
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